Soy sordo, lo cual es, evidentemente, una discapacidad. Sin embargo, para muchos, la sordera puede parecer una discapacidad de menor importancia. No es lo mismo no poder escuchar que estar en una silla de ruedas. Claro está, no es lo mismo.

No pretendo discutir sobre qué discapacidades son peores que otras, ya que todo depende de la gravedad y del contexto personal y social. Pero sí quiero destacar un aspecto de la sordera que va más allá de no poder oír: la incomprensión.

He sufrido esta incomprensión personalmente. Por ejemplo, cuando he pedido a alguien que repita lo que ha dicho y me han respondido que no tiene importancia, o simplemente han pasado de mí. También he tenido malas experiencias en conversaciones, cuando no me he enterado de algo y me han dicho recriminatoriamente: "es que estás sordo", como si yo no lo supiera y como si fuera algo que yo hubiera elegido. No sé si es común que a una persona en silla de ruedas se le recrimine su circunstancia.

Cuando alguien con problemas de movilidad se encuentra con un obstáculo en la calle, lo más frecuente es que se acerquen personas a ayudar. Cuando una persona ciega necesita cruzar la calle, siempre hay quien le ayude. Sin embargo, cuando una persona sorda no entiende algo en una conversación, casi siempre se le ignora (al menos, esa ha sido mi percepción).

Con frecuencia me he apartado de una conversación para no ser un estorbo a quienes no quieren hablar más alto o se niegan a repetir algunas palabras. Yo mismo me he discriminado por culpa de la discriminación de otros.

El discapacitado por sordera no goza de la misma comprensión que otros discapacitados.